¿Por qué permites estar ansioso y confundido tan fácilmente? ¡Déjame a Mí todas tus preocupaciones y, así, todo se calmará!
En verdad te digo que cada acto de entrega a Mí, lleno de la total y verdadera confianza, genera justamente el efecto que deseas ardientemente y te libera de tu situación llena de espinas.
Entregarse a Mí no significa tener miedo, estar ansioso o desesperarse para después dirigir una oración agitada a Mí para que Yo te socorra.
Al contrario, entregarse a Mí significa más bien: cerrar los ojos del alma y abandonarse a Mí para que sólo Yo te cargue hasta a la orilla, como un niño que duerme en los brazos de su madre.
Lo que te confunde y te hace daño es estar dando vueltas a los pensamientos y estar pensando constantemente. También estar preocupándote, torturándote y pensando que de todas maneras tienes que hacerlo todo tú mismo.
¡Cuánto puedo hacer Yo, siempre y cuando, el alma se dirija a Mí exponiéndome sus asuntos espirituales y materiales, y se esfuerce por mirarme a Mí, diciendo al mismo tiempo:
¡Preocúpate Tú!
¡El alma debería más bien cerrar sus ojos del interior y descansar en Mis brazos! Si te torturas demasiado recibirás poca Gracia, pero si tus oraciones consisten en "entregarse completamente y en plena confianza", entonces recibirás mucha Gracia.
Cuando sufres, oras a Mí para que te libere del sufrimiento, pero sólo de la manera de cómo tú te lo imaginas. Si bien te diriges a Mí, pero quieres que Yo me adapté a tus ideas, eres como aquellos enfermos que le piden al médico que los curen pero le prescriben al médico la forma y manera de actuar. Pero no actúes así, más bien ora como os enseñé en el Padre Nuestro:
"¡Santificado sea Tu Nombre!", es decir, glorificado seas en mi emergencia y sufrimiento.
"¡Venga tu reino!", es decir, que todo conduzca a Tu Reino en nosotros y Tu Reino en el mundo.
"¡Hágase Tu Voluntad en la Tierra como se hace en el Cielo!", es decir, dispón Tú en esta situación mía de la mejor manera posible para la vida eterna y la vida temporal.
Si me decís de verdad: "¡Hágase tu voluntad, preocúpate Tú!", entonces Yo intervengo con toda Mi Omnipotencia y resuelvo las situaciones más difíciles. Y si ves que el malestar empeora, en vez de mejorar, no entres en ansiedad a pesar de esto.
Nuevamente, cierra tus ojos del alma como los del corazón y háblame con plena confianza:
"¡Hágase Tu Voluntad, preocúpate Tú, oh señor!": !organízalo Tú, piénsalo Tú! ".
Bien, ahora te digo Yo me preocuparé e intervendré, como un médico, con toda Mi Autoridad todopoderosa y divina; y también podré realizar algún milagro en caso que sea necesario.
Y en caso que veas pues que quizás el estado de tu "enfermedad" empeora, no entres en ansiedad, cierra tus ojos interiores y di nuevamente a Mí:
¡Preocúpate Tú!
Yo, Dios, te prometo: ¡Me preocuparé!
La preocupación, la ansiedad respecto a las consecuencias de alguna cosa, y el deseo de querer pensar uno mismo y hacer uno mismo, van en contra de la entrega o abandono verdaderos. Esto se asemeja al ruego incontenible de los niños ante su madre para que ella se preocupe por sus necesidades. Pero si los niños quieren hacerlo todo ellos mismos, entonces interfieren o impiden incluso la verdadera ayuda de la madre a través de sus planes, ideas y animosidades.
¡Cierra pues los ojos de tu yo y déjame actuar!
Tan sólo cierra los ojos, y dirige tu mirada interior por completo hacia Mí y abandona tus pensamientos sobre el futuro como lo haces con una tentación.
Simplemente descansa en Mí, cree en Mí bondad y te aseguro con todo Mi Amor que si me dices en esta actitud "¡preocúpate Tú!", Yo me preocuparé total y completamente y te consolaré, te liberaré y te guiaré. Y cuando entonces tenga que conducirte por otro camino que el que pienses Tú, Yo te lo indicaré.
A pesar de todo, Yo te cargo sobre Mis brazos porque no hay medicina más curativa que la acción de Mi Amor.